domingo, 11 de septiembre de 2011

Capítulo 1.

"Nuestras miradas se cruzaron una vez más y mi corazón se volvió a acelerar. Me dí la vuelta, ¿qué me pasaba? Esto nunca antes me había pasado. Era una sensación extraña, inexplicable. Volví a buscarle con la mirada, y no le vi. Le busqué con la mirada por toda la sala, pero no estaba, es como si hubiese desaparecido de repente. Entonces, una rosa roja apareció delante de mi cara."

"-¿Habéis leído alguna vez uno de esos libros de amor adolescente? Supongo que sí. Ya sabéis de lo que os hablo, chico o chica nueva llegan a un nuevo instituto desde muy lejos. Se enamoran. Alguien se pone en su camino y tienen que elegir, se eligen mutuamente y viven unos meses de amor puro. Algún tipo de problema se interpone en su camino, haciendo que se separen, pero finalmente vuelven a estar juntos poco después. Se juran amor eterno y se van juntos a la universidad y tienen  hijos y comen perdices.
¿Por qué debería creerme que esto me sucederá? Muchas culpamos a Disney por nuestra alta espectativa con los chicos, ¡pero no paramos de leer y ver películas de amor! ¿Por qué no buscamos un amor real, que podamos vivir?"

-Muy bien, señorita Saste. -Me cortó la profesora cuarentona y amargada que me da lengua. -Lo hemos entendido. Deje su trabajo en mi mesa y ya se puede sentar.

De camino a mi sitio crucé una mirada con Sergio, mi mejor amigo. Sí, todo el mundo se piensa que somos algo más, pero en realidad se equivocan. Él es la única persona en el mundo que me conoce tal y como soy, no me juzga y me dice la verdad cuando necesito escucharla. Es el mejor, la verdad.

El resto de la clase lo pasé escribiendo en mi cuaderno mi nombre mil veces, seguido de un corazón, pero para desgracia  de mi compañera de pupitre, Alicia, después del corazón nunca puse otro nombre. No pensaba darle más motivos como para que se inventase más rumores sobre mi romance con Sergio.

Cuando sonó el timbre significó que comenzaba el fin de semana. Recogí mis cosas sin mucha prisa, y cuando me quise dar cuenta ya solo quedábamos unas cinco o seis personas en clase. Salí y allí estaba  él, Sergio, apoyado en la pared, con su típico aire de chulería, su pelo "a lo guash" y su sonrisa torcida que tanto me gustaba.

-Tenía mucha razón tu redacción. -Dijo mientras pasaba un brazo por mis hombros para que nadie se cruzase en nuestro camino y nos interrumpiese la conversación. -Me ha gustado. ¿Y sabes por qué no te ha dejado terminar? -Me pregunto con una gran sonrisa.

-¿Por qué? -Le pregunté devolviendo la sonrisa.

-Porque  ella es el tipo de persona que cree en ese tipo de historias. Que el amor de tu vida llegará sin más, luchará por ella y viviran felices. Y eso no sucede, a los chicos nos gustan las cosas más simples. Claro que si nos gusta alguien de verdad vamos a luchar, pero no vamos a luchar por todas, solo por las que merezcan la pena y la mayoría que aparecen en esas historias no lo valen. Todas son muy triviales, con la misma ideología, personalidad... Aburren. -Dijo cuando estábamos saliendo por la puerta del colegio.

-Supongo, no sé. -Dije con una sonrisa. -Ese es vuestro punto de vista, ¿no? -Le di dos besos. -Me voy, hoy me toca en casa de mi padre. Espero verte esta tarde.-Dije antes de darme la vuelta.

-Claro, donde siempre a la hora de siempre. -Dijo algo más alto  para que le escuchase.